[box type=”star”]Este post forma parte de la serie “Asia de la A a la Z”, un abecedario personal de mis experiencias en Asia. [/box]

N de Niños

Me encanta encontrarme con algún nene o nena asiátic@ mientras camino por un pueblo o ciudad, y lo bueno de la cultura callejera asiática es que los chicos siempre están jugando en las veredas.

Lo que me encanta es ver cómo reaccionan al verme, qué es lo primero que hacen.

Todos, incluso los que todavía no hablan, se dan cuenta de que soy un “elemento extraño” en el pueblo o ciudad, que vengo de otro lado, que soy de otra parte del mundo.

La primera reacción es la mirada: cuando me ven, dejan de hacer lo que estaban haciendo y se quedan mirándome fijo, algunos con desconfianza, otros con curiosidad, otros con emoción.

Algunos rompen el hechizo de la mirada y me gritan, contentísimos, hello! hello!

Otros se asustan y se van corriendo en busca de la mamá para esconderse de mí (pero me siguen mirando de lejos).

Están los que ven mi cámara e inmediatamente posan haciendo la V con dos dedos sobre los ojos (estos son la mayoría).

Todavía me acuerdo de la nena camboyana que posaba para todos los fotógrafos que se le cruzaran en las ruinas de Angkor.

O de la nena en Laos que se divertía haciendo poses de lo más estrambóticas frente a las cámaras.

Hay nenes que incluso se acercan y me hablan: algunos repiten hello hasta el cansancio, otros me hablan en su idioma (me acuerdo de una nena camboyana que se me trepó y me habló cual amigas íntimas hasta que la mamá, avergonzada, se la quiso llevar), otros inventan un idioma y me hablan en “ballenés” (asumen que entiendo perfectamente lo que dicen).

Otros me señalan y anuncian, en su idioma, para que todo el barrio se entere: ¡extranjera!

Pero todos, en general, lo toman como un juego y se divierten.

Me gusta mucho sacarle fotos a los chicos, son tan espontáneos que uno nunca sabe qué pueden llegar a hacer. Además no tienen tantos filtros ni barreras, son mucho más simples.

Y lo que me encanta de los chiquitos asiáticos es que para comunicarme con ellos ni siquiera necesito un idioma en común. El único requisito es jugar.

Esta foto la saqué en el mercado local de Penang. La nena estaba jugando y riéndose como loca, pero cuando me vio cambió la expresión y se quedó así, espiándome desde abajo de la toalla.