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Hay lugares que quedan marcados por personas. En mi caso, Colonia del Sacramento, ese pueblito empedrado y encantador, quedó marcado por el viaje que hice con mi amiga Maru en el 2010, poco tiempo antes de partir hacia Asia.

Fue un viaje cortísimo el de Colonia, creo que no estuvimos más de diez horas en la ciudad. Habíamos viajado a Uruguay por cinco días y decidimos dedicarle el último a Colonia. Apenas llegamos alquilamos una motito y nos la pasamos toda la tarde dando vueltas por el centro histórico y por la rambla. Sacamos fotos —que todavía hoy no me aburro de mirar— y nos reímos como nunca —ni me acuerdo de qué, pero sé que nos reímos—. Es que, claro, con Maru tenemos una amistad de más de 23 años —nos conocimos cuando yo tenía 3— y una complicidad enorme: es de esas amigas con las que nos leemos el pensamiento y con las que puedo hablar de lo que sea, sin filtros de ningún tipo. Además nos conocimos “casi” viajando, en el Delta del Tigre, una zona de río a menos de una hora de Buenos Aires. Y Uruguay, si mal no recuerdo, fue el primer viaje que hicimos juntas. Aquel día en Colonia fue el más memorable de todos, el que coronó nuestra pequeña travesía al país vecino. ¿Por qué? Para entenderme imaginen que viajan (a donde sea) con su amigo o amiga de toda la vida, con esa persona con la que se entienden sin hablar, con esa persona que sabe todo de ustedes y los quiere tal cual son. Cuando dos personas emanan buena energía, no pueden pasarles más que cosas buenas.

[singlepic id=5448 w=625 float=center] Maru y yo, hace dos años y medio

[singlepic id=5451 w=625 float=center] Fotos actuales de Colonia

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Hace pocos días, al caminar por las mismas callecitas, dos años después y sin Maru, no pude evitar sentir que ahí faltaban ella y la motito. Mientras iba por la calle principal, en mi imaginación vi a dos locas lindas que avanzaban en moto por el empedrado, sin rumbo y haciendo zig zag por la ciudad. También vi a dos chicas que se sentaban a comer en una parrilla, y a dos chicas que se sentaban a mirar el río desde el faro, y a dos chicas que se sacaban fotos en todos lados y se reían como locas. Es lo que pasa cuando uno vuelve a un lugar donde tuvo muy buenas experiencias: el pasado ya no está pero los fantasmitas y los recuerdos siguen rondando por ahí.

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Lo que me llamó la atención durante esta visita fue la cantidad de espejos y superficies reflejantes que encontré: charcos, vidrios, espejos, ventanas. Todos me mostraban la otra cara de Colonia, el anverso de la ciudad, el reflejo de la realidad. ¿El resto de la gente los notaría? ¿O era solamente yo la que estaba cautivada por ellos? ¿Por qué atrae tanto mirar algo a través de un espejo? ¿El mundo que vemos a través del espejo es el mismo que vemos en la realidad? ¿Cuál es el mundo real? ¿El que vemos o el que imaginamos? (Momento filosófico en Viajando por ahí).

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Esta vez también estuve pocas horas en Colonia. Fui en bici con los chicos del blogtrip y cada cual se dispersó. Durante mi caminata solitaria —Colonia estaba muy vacía y fría— me crucé con un mimo, charlé con un artesano, fotografié un gato (lo bauticé Zuccini) y un pajarito, encontré una casa llamada La Burbuja, vi varios autos locos (con plantas y peces inflables adentro), busqué el alto guiso por 15 pesos (no lo encontré) y vi un montón de bicicletas (VIVA LAS BICIS!). Y además de todo eso, reconocí cada rincón y lo comparé —inevitablemente— con mi viaje anterior: ahí fue donde nos sacamos la foto con el dibujo de fondo, ese era el quiosco con los dibujos retro, esa es la casa que me hacía pensar en La Habana —si bien nunca fui—, no encontré el “árbol pared” ni volví a la Plaza de Toros…

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[singlepic id=5449 w=625 float=center] El árbol-pared

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Descubrí que Colonia es una ciudad que alguna vez fue colonia portuguesa, también es una ciudad a la que muchos argentinos se escapan cuando quieren desestresarse, es una ciudad llena de espejos y con algunos gatos y perros, es una ciudad donde se alquilan motos y bicis y donde se venden artesanías. Pero para mí siempre será la ciudad donde pasé uno de los días más lindos y divertidos con mi gran amiga Maru.

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[singlepic id=5492 w=625 float=center] Foto: Mario Alza

[singlepic id=5493 w=625 float=center] Foto: Aldana (Magia en el Camino)

Les dejo un videíto de regalo: Oda a la bicicleta, del músico uruguayo Martín Buscaglia

[box border=”full”]Información útil para visitar Colonia:

  • Colonia del Sacramento es una antigua colonia portuguesa fundada en 1680. Hoy es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
  • Hay barcos que salen todos los días desde y hacia Buenos Aires. Uno de los más baratos es Colonia Express (si sacan con tiempo y por internet pagan $ 98 de ida —unos 20 usd—). Buquebus también viaja a Colonia pero es más caro (aunque más rápido), sino la opción más económica es tomar La Cacciola que va de Tigre a Carmelo (y de ahí toman un bus a Colonia).
  • Un menú turístico empieza en 300/400 pesos uruguayos (13 usd para arriba), lo mejor es salir un poco del centro histórico y buscar algún restaurante, parrilla o bodegón que esté en los alrededores. Yo comí una hamburguesa con papas y gaseosa por 140 uruguayos (6.50 usd), y hay chivitos por 160 uruguayos (7 usd). Una botella de agua de litro y medio en un super cuesta 27 uruguayos (1.25 usd).
  • Les recomiendo alquilar una bici o una motito y salir a pasear por la rambla. El centro histórico es para caminarlo. Suban al faro!  [/box]